El día de la boda a la novia no le pilló el toro. Se levantó temprano, desayunó con su madre y su hermana, y fue a la peluquería a acompañar a las parientas: madre, hermanas, cuñada, suegra… Si te levantas temprano hay tiempo para todo. A ella no la iban a atender hasta más tarde, y es que la novia tiene esos privilegios el día de su boda.
Pero claro, peinarse y comer es difícil a la misma hora, así que sólo pudo la pobre comer un poco de melón. Eso sí, quedó muy, muy guapa en la peluquería. Así que entre una cosa y otra, llegó la hora del vestido, llegó la hora del maquillaje y se fue acercando la hora de salir.
La novia, sobre las 19:00, envió como avanzadilla a su madre y a su hermana al Ayuntamiento, ya que había que comprobar que el novio estaba allí y no había huido despavorido. Había preocupación porque no había contestado a ninguno de los mensajes de móvil que la novia le había enviado durante el día. ¡¡Incertidumbre!!
Y pasaba el tiempo y la avanzadilla tampoco confirmaba nada, así que llegó la hora en que dijo la novia: “Nos vamos ya”. Y el primo Miguel, que era el chófer de la novia, respondió: “Si la novia quiere ir ya, nos vamos”. La novia no llega nunca tarde y tampoco iba a llegar tarde el día de su boda. Así que se marchó la novia del brazo de su padre hacia el Ayuntamiento, más concretamente hasta la entrada principal de la Plaza Mayor, donde se empezó a encontrar con amigos y familiares.
La anécdota de la novia al llegar a la Plaza Mayor de El Ejido. ¿Aprecian ustedes las diferencias? Pues sí, llegó con las gafas de sol y no se daba cuenta. La gente le hacía gestos a su paso, pero los nervios y la emoción hacían que no se diera cuenta. Al final, un gesto acertado, hizo que fuera consciente de que una novia tiene que aparecer con la cara radiante, sin nada que la tape.
Y la novia llegó, y la novia entró dentro del Ayuntamiento, y la novia se encontró con el novio…